Tengo recuerdos felices e intrigantes de mi infancia. El verano fue y sigue siendo mi época favorita. Solíamos ir al campo a pasar las vacaciones.

Mi-recuerdo-mas-feliz-de-nina.jpg

Mis primos, varios hijos de nuestra gran familia y los nietos de nuestros vecinos también venían al mismo tiempo. A veces nos encontrábamos con quince o dieciocho niños de entre 7 y 15 años. Debo decirle que la atmósfera era impresionante. Cada uno de nosotros traía algo divertido con lo que jugar. Juegos de mesa, balones, cartas, etc. Y recuerdo que lo primero que hacíamos cuando estábamos todos juntos era ir a todas las casas de alrededor para evaluar el estado del lugar mientras hacíamos una visita sorpresa a los vecinos y amigos de la familia. Luego nos dirigíamos al río a unos pocos cientos de metros de nuestras casas para crear un espacio para nuestras citas diarias de natación.

También era la época de la cosecha y normalmente había mucho trabajo. Durante el día íbamos a los campos de maíz y cacahuetes para ayudar a nuestros abuelos. Siempre de buen humor disfrutando del fino y fresco aire del campo. A veces era difícil porque el lugar de trabajo podía estar a varios kilómetros de nuestra casa. Pero el regreso era siempre alegre.

El bosque se mostraba generoso con nosotros, había mucha fruta de temporada y cuando volvíamos por la noche, siempre teníamos las bolsas llenas de comida. La casa estaba rodeada de hermosas e imponentes montañas, de vez en cuando subíamos a la cima de una de ellas para admirar la vista de los alrededores de nuestro pueblo. Debo decir que era magnífico, no había nada más bello para mí que esos árboles en la distancia que llenaban el paisaje sembrado de montañas y terreno escarpado.

Sin embargo, mis momentos favoritos eran nuestras tardes alrededor del fuego (y había casi todas las noches). Nos turnábamos para contarnos historias y reírnos tanto que olvidábamos la hora de dormir. Entonces la abuela venía y nos obligaba a ir a la cama, los demás entraban en las casas de al lado y nosotros subíamos a nuestras habitaciones.

Los lectores de este artículo también han leído..:

Lo que era particularmente interesante era que no había dos días iguales ni tampoco las tardes. Nos contábamos historias, a veces escenas de terror que surgían de la nada, o recreábamos escenas de nuestras películas favoritas y cada uno tenía un papel que desempeñar. Creo que fue entonces cuando aprendí a amar las historias, no sólo las escenas y las tramas, sino todo el proceso creativo que las acompañaba.

A lo largo del año, recogía ideas que quería compartir con mis primos durante las vacaciones de verano (aunque la mayoría de las veces olvidaba todo lo que había planeado o el momento no era apropiado).

Aprendí a contar las escenas de algunas películas de forma diferente readaptándolas a mi gusto y también tuve mi primer diario. ¡Fueron los buenos tiempos! Hoy, cuando pienso en ello, me pregunto cuántas historias podría haber escrito si hubiera sido un poco más seria conmigo misma. Pero yo era sólo una niña en realidad.

Y tú, ¿cuál es tu mejor recuerdo de la infancia?

Dime en los comentarios

Eres preciosa (se) 😉